Es de noche, y todavía los pájaros no empiezan a cantar. No llega la mañana, estoy en esta eternidad hasta que llegues, una agonía perenne; como la cámara más lenta filmando el recorrido de la bala: el dedo transpirado en el gatillo, la huella del índice presionando al destino, como asoma el plomo caliente todavía en movimiento interno acompañado de pequeño jirones de humo; como atraviesa la distancia en un recorrido certero, que podría ser la vida misma de otra persona en otro registro de tiempo; el rasguido primal que en la piel dibuja su aureola de carne quemada. Muy lento el musculo se lesiona y con suerte, con mucha suerte se aloja en un órgano vital para desprender una hemorragia de la que no hay retorno.
Sonó el timbre y eras vos. Electricidad, suerte, violencia, angustia, todo a la vez e indescifrable. Abrí la puerta y te abrace casi como para absorberte y me separaste de un empujón, electricidad, sin control te di un golpe de lleno en la boca e hice estallar tu nariz. Cuando vi la sangre entre en pánico y el frio me invadió como una ola inmensa, inabarcable. Quise ayudarte, que demonio pudo haberte hecho eso? Escucho tus pasos escalera abajo y caigo en el suelo apoyando el pulgar sobre una gota de sangre tuya, tibia todavía, y empiezo a llorar juntando mis rodillas con la cabeza. El tiempo se había acelerado de una manera extraordinaria, la letanía de la noche le dio paso a una precipitación desbordada para entrar en un limbo en el que estoy ahora, esperando a que me vengas a buscar, porque vas a venir , porque sabes que fue un impulso desgraciado, que te amo más que a nada. Porque es eso lo que hay ahí afuera, nada.
FGV
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